Muy lentamente, sin colapsar, anochece. Nuevos ruidos que no escucho producen inquietud en el animal que me acompaña; sólo percibo un silencio que ensordece. Acaricio su lomo con intención de calmarlo; se sobresalta y luego, como si yo fuese su dios, lame mi mano agradeciendo mi presencia por un momento olvidada.
Cavilo; despejo la bruma de mi memoria. Un dolor antiguo, incierto, anónimo, atenaza mi pecho: cautivo del tiempo nunca comprendí la existencia.
Arduino Reda
(Franco)
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